"Con los postres se puede alegrar a la gente"

Graciela Corradini trabaja en el ICES –Instituto de Capacitación para Empresas de Servicio–, una iniciativa que desde hace más de treinta años busca formar a jóvenes en el desempeño profesional de la hotelería y el “housekeeping” en Bella Vista, Argentina.

“El trabajo que hago todos los días me ilusiona. Ahora, por ejemplo, estoy como instructora en Pastelería y veo cómo con los postres se puede alegrar a la gente. Creo que los postres llegan directo al corazón... por eso debe ser que se sirven al final”, comenta Graciela Corradini convencida de su teoría.

Graciela llegó al ICES hace 28 años. Antes, vivía en Corrientes, en medio del campo, con su familia. Como no podía seguir estudiando por cuestiones económicas, estaba trabajando como empleada doméstica. “La dueña de casa era supernumeraria del Opus Dei y, cuando me conoció, le propuso a mi mamá la posibilidad de seguir estudiando el secundario en el ICES”.

“Cuando llegué por primera vez al ICES fui acompañada de mi mamá y del matrimonio de supernumerarios que me llevaron en su propio auto. Las profesoras acababan de terminar de comer y estaban conversando en un living. Me recibieron con tal cariño y naturalidad que en ese instante se rompieron completamente las expectativas que tenía sobre el colegio. Pensaba encontrarme con un colegio de estructura antigua, descuidada y con profesoras frías, distantes... Pero, para mi sorpresa, me topé con un grupo de profesoras y alumnas que se trataban con tal familiaridad, alegría y respeto que me desconcertaba”, cuenta Graciela, como si estuviese todavía sorprendida.

“Lo primero que me mostraron fue el oratorio en dónde aproveché para pedirle a Dios que me ayudara en inglés y matemáticas; porque, después de ver la currícula, pensaba que esas materias me iban a costar bastante. Lo más gracioso, ahora que pienso, es que en los tres años que estuve de alumna en el ICES fueron las materias en las que mejor me fue.”

“También recuerdo cómo mi mamá me aconsejó no perder la oportunidad de asistir a Misa todos los días ya que nosotros vivíamos en medio del campo y no podíamos llegar a una Iglesia ni siquiera los domingos, por falta de medios. Sin embargo, mis padres me transmitieron de chica una piedad profunda y me enseñaron todo lo que sabían de la Fe Católica. Teníamos la costumbre de rezar el rosario en familia todos los días y mi papá nos hablaba de la Biblia antes de comer. Tengo que confesar que mis padres tenían un sentido muy cristiano de la vida”, remarca sumamente agradecida por el ejemplo que recibió de sus padres.

“Algo que también me impresionó cuando llegué al ICES fue ver que las profesoras, algunas del Opus Dei, que vivían en el colegio con nosotras eran poquísimas. No podía creer que siendo tan pocas pudieran llevar adelante todo el colegio con la cantidad de alumnas que éramos. Todas estas experiencias me hacían pensar que Dios me pedía más... que yo también, con la gracia de Dios, podía servir a los demás con mi vida y mi trabajo. Pedí asistir a las charlas de formación cristiana que se daban en el colegio y empecé a conocer más a fondo el espíritu del Opus Dei. Aunque, en realidad, lo iba conociendo a través de las personas de la Obra que trataba. Así, de a poco, fui interesándome en saber más de la vida y los escritos de San Josemaría. Hasta que un día, pedí la admisión como Numeraria Auxiliar. Ahora, vivo feliz buscando encontrarme con Dios en mi trabajo de todos los días”, concluye Graciela, y se retira con cierto apuro para llegar a decorar los postres y poder llevar su alegría a los comensales.