A 50 años del Concilio Vaticano II

Les acercamos este artículo escrito por el Padre Patricio Olmos, vicario del Opus Dei en Rosario, sobre el Año de la Fe que se inicia el próximo jueves 11 de octubre. Fue publicado por el diario La Capital de Rosario.

El 11 de octubre próximo se cumplen 50 años de la reunión más numerosa y universal de obispos convocada por el Papa en la historia: el Concilio Vaticano II, que cambió para siempre el rumbo de la grey católica. En la medida en que se descubra la profundidad de lo que sucedió en aquel momento, se lo podrá aprovechar para resolver los problemas actuales, sociales  y  hasta

los personales.

Del Vaticano II participaron más de tres mil obispos. Fue un acontecimiento que despertó el interés mundial y lo siguieron más de 1.000 periodistas.

¿Para qué fueron a Roma durante los cuatro años que duró el Concilio todos esos obispos? "Para que la fe cristiana se conserve y se exprese de forma más eficaz", como dijo el Papa Juan XXIII en su discurso inaugural. El mundo había cambiado mucho, y seguiría cambiando de forma vertiginosa. Era preciso aggiornar, poner al día el mensaje cristiano, el modo de relacionarse con la sociedad civil y con otras confesiones. Fueron largas jornadas de debate y de oración, de intercambio de opiniones y votaciones, que concluyeron con textos que supieron expresar con novedad la fe recibida de Jesucristo. Esos documentos marcarían el rumbo de la Iglesia en las siguientes décadas, y todavía hoy no han perdido ni su valor, ni su esplendor.

Para volver a revivir aquel Concilio, este 11 de octubre comenzará en la Iglesia Católica el Año de la Fe. Es una iniciativa del Papa Benedicto XVI, que por aquel entonces era simplemente el teólogo Ratzinger, aunque con una notable contribución al Vaticano II.

"Una mayor coherencia entre lo que creemos y la conducta"

El Papa llama ahora a todos los cristianos a vivir un Año de la Fe porque desea introducir en la Iglesia Católica un tiempo de especial reflexión y descubrimiento de la fe, tarea que podrá redundar en beneficio de muchos si los cristianos vivimos más operativamente nuestra fe. Dicen que en una oportunidad le preguntaron a Mahatma Gandhi cómo le parecía que el cristianismo podría ayudar a su país, la India, y contestó: "Lo primero es que comiencen a vivir todos como Jesucristo".

Una mayor coherencia entre lo que creemos y la conducta es uno de los frutos deseables de este Año de la Fe. Ya el Concilio diagnosticó que "el divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época" (Gaudium et Spes, n. 43). Dios quiera que sepamos aprovechar esta oportunidad para crecer en todos los valores que se imploran en la oración argentina por la Patria: la pasión por la verdad, el compromiso por el bien común, amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. ¿Cómo no ayudarán estos valores a superar nuestra crisis moral contemporánea?

También en este mes de octubre se cumplen diez años de la canonización de quien fue un reconocido precursor del Concilio, san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. Como se lee acertadamente en Wikipedia, "numerosas personalidades de la Iglesia consideran a san Josemaría Escrivá como precursor del Concilio Vaticano II por su predicación sobre la santidad en medio del mundo, afirmando que las personas de cualquier condición y desde cualquier oficio honesto puede llegar a ser santos, sin necesidad de ser sacerdotes o religiosos". Con su teología del trabajo y del laicado, y sobre todo con la difusión de la llamada universal a la santidad, anticipó desde 1928 lo que luego afirmaría, entre otros textos conciliares, la Lumen Gentium, documento central del Concilio.

Querría evocar finalmente a un discreto pero eficaz protagonista del Concilio, Monseñor Álvaro del Portillo, que fue secretario de una de las diez comisiones conciliares y consultor varias otras. Este sacerdote, fallecido en 1994, siendo obispo y prelado del Opus Dei, fue el más estrecho colaborador de san Josemaría, y ha sido recientemente declarado por Benedicto XVI "venerable", es decir que se reconoce que vivió en grado heroico las virtudes; técnicamente hablando, un paso previo a su beatificación. Escribió Álvaro del Portillo: "He podido comprobar con una inmensa alegría que multitud de familias del mundo entero han acogido esa luz esclarecedora del Concilio como la confirmación de lo que ya practicaban, arrastrados por las afirmaciones cordialmente sobrenaturales de san Josemaría Escrivá de Balaguer. Con muchos años de anticipación, les había presentado un estilo cristiano de vida, idéntico al de los primeros seguidores de Cristo: hogares iguales a los de otros hogares de aquellos tiempos, pero animados de un espíritu nuevo, que contagiaba a quienes los conocían y los trataban. Eso fueron los primeros cristianos, y eso hemos de ser los cristianos de hoy: sembradores de paz y alegría, de la paz y la alegría que Jesús nos ha traído".

Pbro. Patricio Olmos // La Capital (Rosario)