Un fin de semana solidario para despertar la conciencia social

Un grupo de universitarias dedicó un fin de semana largo para trabajar en el partido de General Rodríguez, en un proyecto de acción social en el barrio de Marabó. Lo coordinó Impulso Social, una ONG de reciente nacimiento, con el proyecto de crear algo fructífero a largo plazo.

En los últimos días de febrero de este año, la gente de Marabó recibió unas visitas inesperadas. Un grupo de alrededor de 50 chicas llegó al barrio en lo que se llamó los “3 días de impulso”, para conocer y visitar a las familias y realizar actividades y talleres para compartir. El trabajo lo organizó Impulso Social, una ONG que está recién empezando. Surgió el año pasado con el objetivo de “despertar la conciencia social”. Aunque la idea venía germinando de antes, el puntapié inicial fueron las inundaciones de La Plata. Las chicas decidieron comprometerse y fueron a ayudar un fin de semana con la limpieza y reparación de las viviendas, y más que nada a acompañar y contener a las familias que habían perdido todo. A partir de ahí comenzaron a organizarse. Durante el año se pintaron murales en escuelas carenciadas y se organizó un viaje de una semana a San Luis, en febrero, al que fueron más de 35 jóvenes a realizar acción social.

La actividad se organizó el fin de semana largo del 29 de febrero al 2 de marzo. Salieron el sábado a la mañana y viajaron repartidas en autos y colectivos. Marabó pertenece al partido de General Rodríguez, cerca de Luján. Hay gente instalada hace más de veinte años, pero el crecimiento grande se dio en el último tiempo, cuando se instalaron muchas familias nuevas para buscar trabajo y una vida mejor. Es bastante agreste, con árboles grandes y viejos. Los lotes nuevos están bien marcados con alambradas y las casas son la mayoría de ladrillo con techos de chapa, muy precarias, separadas unas de otras y con muchas complicaciones cuando llueve, ya que el barrio suele inundarse.

Algunas de las chicas yendo a censar.

De distintos colegios y universidades, las participantes tenían entre 18 y 24 años. Se instalaron en la parroquia “Santa Teresita del Niño Jesús”, ya que fue el párroco Antonio, polaco, quien se puso en contacto con Impulso Social para que fueran a trabajar ahí. La iglesia tenía un pequeño jardín atrás donde se llevaban a cabo la mayoría de las actividades, y una plaza con juegos enfrente, ideal para los más chicos. Fueron tres días de trabajo coordinado, y se dividieron en grupos para poder abarcar más: censo, huerta, feria de ropa y juegos con niños y niñas. Para preparar las comidas, ordenar y limpiar el lugar donde estaban parando, también había otros grupos.

Parte de la huerta terminada.

Llegaban a Marabó a eso de las 11 de la mañana, quizás antes, y se dividían para trabajar. Las chicas de huerta levantaban las palas, tierras y pintura, y se ponían a armar lo que en ese momento era simplemente un proyecto. Preparaban la tierra para las semillas, construían los canteros y armaban maceteros. El grupo de feria de ropa, con ayuda de las encargadas de niños y niñas, armaba cuatro grandes mesas y comenzaban a distribuir la ropa, dividiéndola en hombre, mujer y niños. La ropa era usada, en buen estado, y se vendía a precios muy baratos, para que pudiesen comprar mucha, y prepararse para el invierno. La feria funcionaba a la mañana, excepto el último día, cuando se hizo una “gran liquidación” y duró todo el día. Lo recaudado quedó para la parroquia, que todavía necesita armarse, y que presta un servicio importante en el barrio. Los más chiquitos eran los primeros en aparecer. Se asomaban por la puerta y, al segundo, ya caminaban sin vergüenza por el jardincito de la parroquia, preguntando cosas de la huerta e interesándose por las actividades. En la plaza de enfrente se organizaban varios juegos, y a la tarde era inevitable que dos o tres terminasen disfrazadas de payasos.

Finalmente, estaban las encargadas de los censos. Ellas salían a recorrer las casas con sus planillas. Recolectar datos era obviamente muy importante, para conocer bien las necesidades del barrio y poder organizar a futuro actividades que los ayuden a desarrollarse. Pero lo más importante era ir a escuchar, a encontrarse con la gente y compartir un rato. Hubo muchos mates y empanadas en común.

Al mediodía se comía en la parroquia y el trabajo seguía hasta las seis de la tarde. Luego del almuerzo, se agregaban talleres interesantes para las madres. Hubo uno muy exitoso de cocina, charlas de desarrollo personal y manualidades. "Aunque todo era divertido y “tranquilo”, en realidad terminábamos todas cansadísimas al final del día. Por más de que lo pasábamos bien, era verdad que trabajábamos bastante, y se notaba”, cuenta Rosario, una de las participantes.

La idea de ir al barrio fue no solo para trabajar ese fin de semana y ayudar en lo posible a las familias, sino más que nada ir conociendo la realidad de Marabó, la manera en la que viven, sus necesidades y lo que realmente hace falta. Lo que Impulso Social busca es lograr un trabajo ordenado, profesional, para que los esfuerzos que hacen realmente valgan la pena y aporten algo concreto y real de largo plazo a la gente a la cual visitan. Para eso se hizo el censo, para luego tener una visión más completa y verdadera de la situación de Marabó, poder armar un trabajo social coordinado a lo largo del año, y que no sean solo visitas esporádicas y ayudas puntuales. Como bien dicen las chicas de Impulso siguiendo al Papa Francisco, hay que “combatir la cultura de la indiferencia” y eso se logra saliendo de una misma para darse al que está a nuestro lado.