Universitarios para el Desarrollo impulsa viajes solidarios

Compartimos una nota publicada en el diario El Zonda sobre el trabajo realizado por Universitarios para el Desarrollo: "jóvenes con esperanza".

Enero 2016. 177 universitarios de todo el país. Dos puntos posibles de encuentro. 110 estudiantes eligieron el norte, y partieron a La Viña, Salta. 67 viajaron hacia el sur para encontrarse con la magia de El Bolsón. Convocados por la organización “Universitarios para el desarrollo” y haciéndose eco del llamado del Papa Francisco, decidieron salir de su periferia para dar una mano a muchos otros que necesitaban de su solidaridad.

“Los jóvenes no son indiferentes a lo que sucede alrededor, no son indiferentes al sufrimiento de muchas familias del país. Y sabemos que con poco podemos cambiar el mundo”, cuenta Santiago Rómoli, uno de los coordinadores de los viajes solidarios.

Santiago, como el resto de los organizadores, encontró la inspiración para llevar adelante esta iniciativa en san Josemaría, “un santo que enseñaba que en las cosas más chiquitas podés marcar una diferencia, dejar huella”, dice.

Desde hace más de 25 años, Universitarios para el Desarrollo impulsa viajes solidarios en diferentes puntos del país en los que jóvenes universitarios, profesionales y profesores de todo el mapa, se unen para realizar obras de construcción que permiten impulsar proyectos educativos y sociales en zonas carenciadas. En la actualidad, ya se han beneficiado más de 11.000 chicos y adolescentes de las regiones asistidas.

Gabriel Rubiño es sanjuanino, uno de los estudiantes que viajó con Universitarios para el Desarrollo y que volvería a hacerlo “mil veces más”. Para él la decisión de formar parte de esto implica realmente estar dispuesto a dar tu tiempo, energías y vacaciones al que te necesita, “aprendés infinidad de cosas ayudando y conociendo la situación de los demás, y lo mejor, es que hacés muchísimos amigos”, dice.

José Vera Sezin, un tucumano que participa desde hace 6 años, contó cómo “en 10 días le cambiamos la cara a la plaza del pueblo”. Otros se dedicaron a trabajos de pintura en el Hospital, de albañilería en el Centro de Jubilados y en la Escuela primaria del pueblo.

Walter Bucolo, estudiante mendocino, formó parte del grupo que asistió a La Viña. Se trata de una pequeña ciudad del noroeste argentino cuya temperatura supera los 30 grados en verano y durante el año las lluvias son bastante escasas. Está ubicada a 88 km de la ciudad de Salta y cuenta con no más de 7 mil habitantes. La gente del lugar llama la atención por su sencillez y sinceridad: “compartir con ellos y ver cómo aprenden a ser felices con tan poco emociona mucho y es muy formativo” expresa Walter.

Cuenta además que las jornadas de trabajo eran muy intensas, pero “lo hacíamos con buena onda y mucho esfuerzo porque sabemos que la gente de ahí de verdad necesita un hospital digno, una plaza de juegos, un salón de usos múltiples y una casa parroquial en buen estado”.

Además, aunque todos los voluntarios están agotados al terminar las actividades del día, dice Walter que lo que duele más que el cuerpo, es el corazón: “escuchar historias fuertes de violencia, ver cómo varios de la familia comparten el mismo cepillo de dientes o la cama, bebés en pañales sucios porque no tienen otros para cambiarlos y a tantos chiquitos descalzos con los pies embarrados es algo que te sacude por dentro”. Para sumarse a la organización, ingresar en www.universitarios.org.ar.

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