Para explicar su vocación en una palabra, Eva dice identificarse con la letra “C”. Confiesa que uno puede pensar que su trabajo son camisas, comidas, cenas, coser, calcetines, en definitiva, cosas. Sin embargo, ella va más allá y le da un valor trascendental: “En el fondo, lo que yo pienso es que mi trabajo es mucho más, mi trabajo es cantidad, es calidad, es mucha cabeza, mucho corazón y es ciencia. Mi trabajo es crear. me dedico a crear. ¿A crear qué? ¿A crear cosas? No, a crear un clima, un clima de amor, de confianza de paz, a crear, que es un trabajo impresionante·”.
“Están construyendo un mundo más humano y más divino, porque lo dignifican con su trabajo convertido en oración, con su cariño y con la profesionalidad que ponen en el cuidado de las personas en su integridad”, dice Fernando Ocáriz, Prelado del Opus Dei, en su reciente carta.
¿Cómo no voy a ser feliz dedicándome a lo esencial del mundo, que es invisible a los ojos, de la cara, de lo físico, pero no del alma?
Así como los campos necesitan del riego para fructificar, Eva compara su trabajo con ese canal por donde llega el agua:“Mi trabajo es una canal para que llegue el agua viva de Cristo, así de sencillo y así de complejo. ¿Cómo no voy a ser feliz dedicándome a lo esencial del mundo, que es invisible a los ojos, de la cara, de lo físico, pero no del alma?”.
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